domingo, 10 de febrero de 2013

Veinte minutos








Veinte minutos

Veinte minutos es el tiempo medio de un viaje en metro. Es el tiempo en que la chica sentada en el primer asiento a la derecha del segundo vagón aprendió a hacer barcos de papel. También es el tiempo que necesita la madre del chico del primer asiento del cuarto vagón para interrogar telefónicamente a su hijo y quedarse tranquila. Es el tiempo en que alguien le dará dos euros para comer al mendigo que está sentado en el suelo, al fondo del tren. Donación esta que nunca hará la chica que está sentada en el asiento más cercano a este último hombre ya que teme que se lo gaste en bebida, aunque ella esta noche se beberá veinte chupitos en veinte minutos y sobrevivirá a la hazaña.
El chico que está en el segundo asiento de la derecha del primer vagón, fuerte y guapo, está tremendamente preocupado porque anoche le bastaron veinte minutos para hacer el amor dos veces, si lo contamos por sus momentos de éxtasis y no por los de ella, claro. A la chica que está enfrente suyo le pasa más bien todo lo contrario y tendrá que releer tres veces en veinte minutos el mismo párrafo del libro que tiene en las manos ya que su mente no para de preguntarse porque volvió a invitar a su casa a ese chico que una vez tuvo un gatillazo con ella y que anoche tuvo otro.
El hombre sentado en el cuarto asiento a la izquierda del segundo vagón, mucho más centrado en su lectura de Hemingway,  dará a luz a un pensamiento con cierto carácter filosófico que solo sus cincuenta años de experiencia vital pueden concebir.
En esos mismos veinte minutos, la señora que acaba de entrar en el tercer vagón cambiará ligeramente su forma de pensar sobre los jóvenes de origen extranjero al cederle uno de estos su asiento. Este joven, por su parte, descubrirá en veinte minutos la idea que le faltaba para entender el funcionamiento de un motor de reacción, con lo que aprobará el examen que tendrá a media mañana.
Para ir concluyendo, os diré que el chico sentado en el suelo, entre los vagones segundo y tercero, necesitará de veinte minutos para armarse de valor y decidir declarase esta noche a la chica que le gusta, que si os interesa, le dirá que no.
Y para terminar, yo, que necesité de veinte minutos para escribir este cuento, te deseo felices próximos veinte minutos.