Veinte minutos
Veinte minutos
es el tiempo medio de un viaje en metro. Es el tiempo en que la chica sentada
en el primer asiento a la derecha del segundo vagón aprendió a hacer barcos de
papel. También es el tiempo que necesita la madre del chico del primer asiento
del cuarto vagón para interrogar telefónicamente a su hijo y quedarse
tranquila. Es el tiempo en que alguien le dará dos euros para comer al mendigo
que está sentado en el suelo, al fondo del tren. Donación esta que nunca hará la
chica que está sentada en el asiento más cercano a este último hombre ya que teme
que se lo gaste en bebida, aunque ella esta noche se beberá veinte chupitos en
veinte minutos y sobrevivirá a la hazaña.
El chico que
está en el segundo asiento de la derecha del primer vagón, fuerte y guapo, está
tremendamente preocupado porque anoche le bastaron veinte minutos para hacer el
amor dos veces, si lo contamos por sus momentos de éxtasis y no por los de ella,
claro. A la chica que está enfrente suyo le pasa más bien todo lo contrario y
tendrá que releer tres veces en veinte minutos el mismo párrafo del libro que
tiene en las manos ya que su mente no para de preguntarse porque volvió a invitar
a su casa a ese chico que una vez tuvo un gatillazo con ella y que anoche tuvo
otro.
El hombre
sentado en el cuarto asiento a la izquierda del segundo vagón, mucho más
centrado en su lectura de Hemingway,
dará a luz a un pensamiento con cierto carácter filosófico que solo sus
cincuenta años de experiencia vital pueden concebir.
En esos mismos
veinte minutos, la señora que acaba de entrar en el tercer vagón cambiará
ligeramente su forma de pensar sobre los jóvenes de origen extranjero al cederle
uno de estos su asiento. Este joven, por su parte, descubrirá en veinte minutos
la idea que le faltaba para entender el funcionamiento de un motor de reacción,
con lo que aprobará el examen que tendrá a media mañana.
Para ir
concluyendo, os diré que el chico sentado en el suelo, entre los vagones
segundo y tercero, necesitará de veinte minutos para armarse de valor y decidir
declarase esta noche a la chica que le gusta, que si os interesa, le dirá que
no.
Y para
terminar, yo, que necesité de veinte minutos para escribir este cuento, te
deseo felices próximos veinte minutos.